El otro día, me encontré a un escarabajo boca arriba.

Acerque el pie e intenté darlo vuelta con la punta del zapato.

Lo mate.

Puede ser que a veces, te presione demasiado.
Es que me cuesta verte así, tan indefenso.
Y entonces llegó el futuro.
Si fuera posible, con cada rechazo me haría mas hermosa.
Si fuera posible, dejaría de contarme historias de terror antes de dormir.
Si fuera posible, admiraría, en trance, la muerte de la fantasía.
Si fuera posible, revelaría todas mis fuerzas, cuando pego una patada.
Si fuera posible, lo rompería todo.
Si fuera posible, dejaría de hablar como una nena, cuando algo me da vergüenza.
Y si fuera posible, le daría un recreo a la culpa, que me convoca, cada vez que tengo miedo.
¿Seguís en silencio?
¿Te sentís más liviano ahora que no te sigo?
¿Habrá quedado la forma de mi cabeza grabada en tu almohada? ¿Ahora que ya no estoy, querrás encajarla con la tuya?
¿Tu mama habla de mí? ¿Le contaste como te dejaste dejar?
¿Qué hiciste con mi taza? Me mata la intriga.
¿Me devolviste todo o te quedaste con algo, a escondidas, como un tesoro perdido?
¿Me amas más cuando llueve?
¿Cómo hablás de mí?
¿Extrañas la ternura?
¿Me sufrís ahora, o seguís atrasando lo peor?
¿Ya estás mejor? ¿Me venís a buscar?
¿Te habrás dado cuenta, de todo lo que te espere?
_______Chica primavera_______
Jeannette

Te despido sola.
A orillas del rio.
Miro a lo lejos,
hasta mezclar el paisaje.

Te vine a encontrar.
Atando tu recuerdo,
a la vista más hermosa.

Ahora, tu rio se funde en mi despedida.

Te pienso en todo momento.
Mientras toco el pasto.
Mientras arranco las flores.
Mientras veo las curvas del agua desdibujarse.

Te imagino yéndote.
Lento.
Con el ritmo que merece semejante ritual.

Y quizás, en el camino,
me viniste a buscar acá.
Como lo hice yo.
En el agua.

Nos encontramos.

Miraste mi boca,
mis dientes grandes,
mis pecas.

Todo eso que tengo de vos.

Cruzamos miradas,
y soltamos.
Espejadas.
El pan, el vino y vos

Me dan ganas de darle un beso con todo el cuerpo,
agarrarlo con fuerza, y romper el silencio,
Cuando lo miro masticar.
Me acuerdo de lo suaves
que son sus piernas con las mías
del calor de sus hombros
cuando apoyo mi cabeza y bailamos.
Quiero morderlos.
Pero me dijo que no le gusta.
Me dan ganas de besarle el cuello y los cachetes
Cuando lo miro tragar.
Me gustaría dejarle la boca pintada,
como el vino le pinta los labios.
Sueños de primavera.

Para poder florecer, primero se debe cultivar. Cuidar, nutrir, esperar. De eso trata la primavera. No solo de los colores, los aromas y los retoños, sino también del proceso.

Siempre hablamos del destino, pero no mucho del camino, de cómo es que llegamos, a que nos aferramos en cada paso y que nos hizo, en principio, emprender el viaje.

Para ver florecer hay que confiar. En algo más grande, su propósito, su ritmo, su naturaleza. Adaptarse a sus cambios y reglas, no tener miedo cuando vemos cambiar de color, de piel, de forma. Porque en la transformación hay belleza, hay metamorfosis.

Hay que tener paciencia, pero también coraje, para ver en nuestro cultivo, el reflejo de nuestras intenciones. No solo se trata de ver florecer, sino de acompañar cada pasaje y su ritual. Y ahí es cuando nos acordamos por qué plantamos.

Al final, en el transcurso de la aventura, nos vemos distintos. Nos sentimos más livianos, como si hubiésemos esperado un año, para crecer. Descubrimos lo valioso del camino. La belleza de ver florecer nuestras intenciones.

Cultivamos un sueño, y ahora tenemos primavera.
Para un amor que me delata.

Jugamos al cliché de la especie.
Y yo me siento una chica primavera.

Te cuento que de flor no tengo nada,
entonces, me decís que no estoy teniendo en cuenta las raíces.

Desde la semilla, el capullo, su tallo,
la flor, yo con vos me siento una chica primavera.

Una lavanda de lo más genuina.
Un bosque puro, sin intrusos.
Soy una huerta de lo más paciente.
Como después de la lluvia, oxigenada.

Cuando me siento una chica primavera.
Tus dientes torcidos me hacen pensar que sabes un montón de cosas.
Que lees libros. Pesados y largos.
Que das buenos besos. De esos que me interrumpen.
Que sos cuidadoso. Quizás, demasiado.
Que te gusta mi pelo corto.
Que sos celoso. Pero no decís nada.
Que no sos un hombre de confesiones.
Que me escuchas, pero no me podes seguir.
Que lo más aventurero que hiciste en tu vida, fue enamorarte de mí.
Y que yo, hubiese hecho cualquier cosa, por torcerte un poco más.
Para todas las mujeres que viven en mí.

Mientras algunas se lamen las heridas, otras miran el fuego, esperando fundirse en el fervor.

Algunas viven en vértigo, otras bailan sobre cuerdas, con los ojos cerrados.

Algunas fantasean con comerse todo, quedar salpicadas, con la panza llena. Otras se paralizan ante la pequeña estela de las emergentes ideas.

Algunas buscan ser merecedoras, ah, pero otras ansían eso, que bien saben, merecen. Con fuerza y herencia.

Somos muchas.
Distintas.
Pero, también, la misma






Camino por la playa, mientras hablo con mi psicóloga. Quiero llegar hasta el faro, blanco y rojo. Sentarme entre las rocas y tocar la arena, mientras me confieso. Hacer dibujos con los dedos, hacer agujeros y taparlos. Y con las manos pegajosas, limpiarme en el vestido.

Estoy en la orilla, avanzando hasta mi destino. Veo a una mujer, parada frente al mar. Desde lejos. No distingo una cara. Pero sí su postura. Firme y expectante. Esta en malla. Se va a tirar, o eso creo.

Los pies no tocan el agua. Las olas le explotan cerca, a unos centímetros. Todavía no está lista, pienso.

La miro, la miro mucho. Camino un poco más lento. Quiero ver si se mete. Ya es tarde, hay poco sol. Se está yendo. Y yo sigo caminando hacia el faro.

No hace calor, tengo puesto un buzo y un vestido largo, que no logra resguardarme de las ráfagas de viento mar.

La veo avanzar hacia el agua. Ya estoy más cerca y puedo ver la escena completa. Su cara, su pelo, su andar.

Sus pies tocan el mar. No frena para contemplar la temperatura, ni tampoco se tambalea cuando la choca la primera ola. Se hunde después de algunos pasos. El agua está helada, pienso.

Esperó a estar lista, y se metió con intención y decidida.

Yo quiero caminar firme, entre las olas. Sumerguirme, en lo real, helado, en eso que no pide permiso, porque no es fantasía, es puro, salvaje, vida.

Quiero seguir avanzando, y si me perturbo, no tambalearme, que mis piernas no frenen, que sigan, a su ritmo, que pisen fuerte y sea agarren a la arena como si fuese su único derecho.

Quiero adentrarme en su temperatura, sus formas, quiero sin dudar, lanzarme, a eso que me tiene contemplando, expectante, esa inmensidad, porque quizás algo de todo eso, pueda ser mío. Por lo menos lo que dure el chapuzón.